“Tu inspiración evoca
azulidad y canto.
Dulzura interior,
Sueño nostálgico de viento
en brisa suave”
Exaltar
a Graciela Rodríguez con una palabra resulta ser una minúscula
partícula de lo que inspira su presencia en el quehacer cultural y
educativo de nuestra ciudad y del país, pues la coherencia entre las
emociones que suscita su poesía, ha quedado impregnada en la
interiorización de la memoria de sus pupilas en las que se reencarna el
asidero y amor a las letras.
Esta ilustre mujer nace en
el Cantón Celica de la Provincia de Loja el 8 de abril de 1927. Su
padre el distinguido Maestro Don Juan Rodríguez Moreno, y su madre, la
singular matrona, Amelia Bustamante de Rodríguez.
Graciela
ingresa a la escuela Santa Mariana de Jesús, donde termina sus estudios
primarios, luego al colegio Bernardo Valdivieso, obteniendo el
bachillerato.
Desde aquel entonces muestra un claro
talento poético, empieza a componer algunos versos que recitaba
constantemente. Es el tiempo de la ilusión, de la esperanza, en que sus
versos y su alma se abren a un mundo maravilloso, es la jovencita
delgada, morena de cálidos ojos verdes, de melodiosa voz, que la
acompañaba en sus versos. Estos versos dedicados a las compañeras de
aula, al amor, al caballero que llena sus sueños.
Graciela
continúa sus estudios en la Universidad Nacional de Loja, donde obtiene
el título de Licenciada en Ciencias Sociales, Políticas y Económicas.
Es
por aquella época que llega con fuerza y plenitud a su vida, más en
lugar de abrigar su alma, quema el dolor de sentir el olvido, nacen
versos como:
“No, mi altivez no sufre ese maltrato/ y si a olvidar no alcanzas al ingrato,/ te arrancaré del pecho corazón”
Su visión asombrosa se vuelve infinita:
“Fui novia del hombre,/ entonces comprendí/ que el hombre es universal”
De
su matrimonio emerge el fruto de su amor, su hija, a quien le regala la
más hermosa confesión de amor maternal con ocasión de su primer año de
vida.
“Ahora soy dichosa porque/ siento tus pasos
recorriendo mi sangre/ porque escucho tu voz/ cascadita de plata,/ y
percibo las yemas de/ tus manos pequeñas levantando mis sienes”
Teje
ternura en su hija Gracia Fedora, nombre que escoge Gracia por su
padre y Fedora por la admiración que ella sentía por el gran escritor
Fedor Dostoyevski; esta niña será desde entonces la compañera de sus
días. E inspiran en la poetiza versos como:
“En la verde rama/ Se mece un botón/ Y en la entraña grávida,/ …suave…dulcemente,/ Un ángel de amor
Graciela
es entonces la maestra incansable que forja juventudes, es la madre
abnegada que educa y encamina a su hija, pero es ante todo, la mujer
poetiza, que pareciera tener el lenguaje divino para expresar sus
alegrías y pesares.
La poetiza Delia Rodríguez su
alumna, la recuerda como “La Maestra a carta cabal, que supo hacer una
fusión de la formación con la instrucción. Nunca estuvo ocupada para
nuestras confidencias; siempre dispuesta al consejo oportuno. Ella, la
personificación de la mesura; la de la extrema sencillez, más modesta
que las mismas violetas, pero con una trascendencia histórica innegable
en el arte, dentro del contexto local y nacional.
Ejerció
su cátedra, en el Liceo Primero de Mayo, del que fue su directora, en
los colegios Santa Mariana de Jesús y Beatriz Cueva de Ayora, en este
último ocupó el cargo de Vicerrectora en tres ocasiones; Fue Miembro de
la Casa de la Cultura, núcleo de Loja, colaboró y fue miembro de las
revistas “Mediodía”, “Círculo9”, “Alta Sierra”, “Revista Universitaria”,
revistas del Colegio Bernardo Valdivieso y Beatriz Cueva de Ayora,
entre otras.
Por su obra ha recibido algunos reconocimientos como:
“Presea al Mérito Literario”, otorgado por el Consejo Provincial de Loja
“Al Maestro Educacional”, otorgado por el Consejo Cantonal de Loja.
“Mujer
distinguida de Loja”, otorgado por el Comité ecuatoriano de Cooperación
con la Comisión Iberoamericana de Mujeres filial de Loja.
Gustavo
Serrano dice: “Tres son las obras de poesía (hasta 1983) que ha
publicado Graciela Rodríguez y las tres inspiran una sola historia de
amor y de dolor que le agitó en su sangre…”.
Marieta
Molina en un análisis de su poesía dice: “Mensaje de mi Sangre (1961) en
sus versos destila un “clamor de sangre” en elegías misteriosas,
sublimes, Graciela canta, canta y llora por los hombres del mundo;
salmodia en cada amanecer el amor universal; “Ay pena negra!/ más negra
que el misterio/ más negra que las sombras; más negra que el abismo/…
En
“Raíces de Amor y de Dolor” (1966), prolonga la riqueza de su alma
poética, en esa visión de la vida que descubre el amor jugando a las
escondidas con el dolor “¡Oh dolor!/ Estás igual que hiedra a la vida
pegado/ No eres tan solo mío. Eres el patrimonio de la humanidad/…
De
“Paz, Bendita palabra” (1995), Delia Rodríguez manifiesta: Hay un
llamado de exhortación para lograrla, aunando el esfuerzo colectivo con
la voluntad de doblegar: orgullo, vanidad, ambición: “Paz, bendita
palabra;/ compendio de amor, unión, hermandad./Por la paz lucharemos,/
es cálida y dulce como es la vida/ y la levadura dorada del pan/…
Gustavo
Serrano acerca de “El Rostro del Amor” (1983), es la más delicada
ensoñación de poesía, expresada en cuarenta y cuatro poemas, de una
textura y una delicadez bien lograda.
Otra de sus obras es “Signos de tu presencia”, aún sin publicar.
Esta
mujer luchadora, tocada de sutileza y divinidad al escribir, esta mujer
maestra guía y camino para sus pupilos, esta mujer emprendedora y
abnegada, esta mujer enamorada de la vida, amante de su hija y nietas,
cierra sus ojos a la vida el 12 de noviembre de 1999, rodeada de lo que
más le gustaba: sus flores y sus poemas.
A su hija le decía:
“Cuando yo no esté, búscame en el jardín, pues yo estaré presente en una flor”.
Bibliografía: Revista “Mediodía” Nro. 52. Casa de la Cultura ecuatoriana.
Jaramillo, Valdivieso Paulina; Primicias Lojanas-Colegio Eugenio Espejo
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