sábado, agosto 8

Emiliano Ortega Espinosa

POETA, MAESTRO, AMIGO

  “Orillas del Zamora,
    tan bellas,
    de verdes saucedales
    tranquilos,
    campiñas de mi tierra,
     risueñas;
    casita de mis padres,
     mi amor…”





Poeta, padre, amigo, así lo recuerda su hijo Benjamín; exquisito, sencillo con una profundad espiritual e intelectual y una comprensión total, un padre amoroso y cariñoso.

Nació en la ciudad de Loja el 8 de agosto de 1898, hijo del matrimonio formado por don Juan Bautista Ortega y doña Rosario Espinosa.

Aprendió las primeras letras en la Escuela Católica que dirigía el profesor don Miguel Cabrera; completó y concluyó su educación primaria en la Escuela de los Hermanos Cristianos. Los estudios secundarios hasta tercer año los realizó en el Seminario Conciliar de San José y se incorpora en el Magisterio Provincial por méritos propios pues rinde exámenes en la Dirección de Educación obteniendo las máximas calificaciones.

Su primera escuela fue la de Chaguarpamba. Luego pasó a Sozoranga. En ambos lugares su don de gentes y su exquisita cultura, hacen que lo recuerden permanentemente.

Fue becado al Normal Juan Montalvo de Quito, donde se graduó en 1925. Al regresar a Loja fue el primer Inspector de las Colonias Escolares, fundadas y dirigidas por el destacado educador Reinaldo Murgueytio.

Su vocación de Maestro ha cincelado el camino de sus jóvenes alumnos entre los que cuentan los de la escuela Miguel Riofrío donde prestó sus servicios a partir de 1925 hasta 1928. En este último año contrajo nupcias con doña Julia Jaramillo Carrión, profesora.

En 1929, viaja a la ciudad de Cuenca donde trabajó como profesor del Instituto Manuel J. Calle, que se acababa de fundar. En esta ciudad, escribe la letra del inmortal pasillo “Alma Lojana”, como una añoranza a su ciudad natal. Musicalizado por el compositor Cristóbal Ojeda Dávila:

Orillas del Zamora/ tan bellas,/ de verdes saucedales/ tranquilos, / campiñas de mi tierra/ risueñas; /casita de mis padres, /mi amor… / Tristeza del recuerdo./ me matas:/casita de mis padres, /mi amor,/ a orillas del Zamora,/¡cómo te añora/ mi corazón.     
“¡Sino cruel!./ hoy en extraños lares/ bogo en los mares/ de la aflicción./¡Sino cruel!,/ sobre las recias olas/ cantando a solas/ va mi dolor./¡Oh dolor!,/¿En dónde está la madre,/la buena anciana/ todo dulzor?/ ¡Oh dolor!,/ ¿En dónde está el encanto/ de mi primero,/ ferviente amor?...
Cuando retorne llorando decepciones/ en pos de un seno en donde sollozar,/ tal vez la muerte todo lo habrá acabado:/seres extraños, mi Loja habitarán,./ sólo el Zamora conmigo llorará…

En 1930 vuelve a Loja, como Director de Estudios de la Provincia. Fundó el curso de Aspirantes a Maestros. Fue Inspector Escolar por varios años y recorrió palmo a palmo la Provincia en cumplimiento de su deber.

En Portovelo, fue Supervisor de las Escuelas y Director de la Escuela Jhon Dewey.

En 1948, regresa a Loja a integrar la planta docente de los colegios Bernardo Valdivieso, La Inmaculada, La Porciúncula, el colegio nocturno del Club de Leones que contó con su entusiasta y decidida colaboración.

Fue el fundador y Primer Rector del Colegio Beatriz Cueva de Ayora en 1954; el mismo que, por sus infatigables gestiones, pasó a ser fiscal. Sirvió en Instituciones como LEA y el Asilo Dorotea Carrión.

Sus hijos; Rubén, Eugenio, Beatriz, Guillermo, Ofelia, Mercedes, Piedad, Teresa, Benjamín y Mariana. A ellos proporcionó de un ambiente cálido, de un espíritu cultural y artístico, brotando en su hogar el ímpetu educador con el que trataba de forjar las almas de quienes lo rodeaban, mediante horas sociales que fortalecían su personalidad y sencillez, su hijo Benjamín nos dice – cada uno de nosotros tenía que cantar, aprenderse un poema, incluso quienes prestaban sus servicios en casa, ya que ninguna persona que estaba junto a él, dejaba de aprender a leer, el se hizo para eso, para enseñar…..

Su hijo Rubén escribe; A partir de 1941 la ciudad abre los brazos para recibir una necesaria e incontenible inmigración de gente que viene de la frontera y de El Oro, acosada por la invasión peruana. Pero ya la urbe tiene hombres que pueden afrontar su crecimiento armónico, tanto en el campo material como intelectual… Desde entonces puedo recordar con alguna precisión, algo de cuanto hicieron Emiliano Ortega y sus amigos, en su tierra natal, en el lugar donde habían decidido quedarse definitivamente la mayor parte de ellos.

No había un vehículo para cada familia, ni eran indispensables. Los vi llegar a pie hasta la casa de la calle Sucre y Lourdes, a Francisco Lecaro Pérez y Alberto Burneo, regidores municipales. A Miguel Angel Suárez y Hno. Juan Berkmans, educadores. A José María Castro y Rubén Garrido, pintores excepcionales. A Carlos Manuel Espinosa y Pedro Víctor Falconí, inspirados poetas; alguna vez también estuvieron Máximo Agustín Rodríguez y Carlos Alberto Palacios Alvear. Con mayor frecuencia don Emiliano compartía con Segundo Cueva Celi, su vecino y amigo desde la infancia: conversaban largamente, proyectaban, bromeaban y soñaban. Esa amistad originó la creación de composiciones, cuya letra y música, cantada por varias generaciones, ha recorrido el mundo.

Estaban también para visitarlo y hacerle escuchar su música, Manuel de J. Lozano, Daniel Armijos Carrasco, Manuel Benigno Carrión, Segundo Puertas Moreno, Carlos Valarezo, Marcos Ochoa; llevaban sus instrumentos, y en el hogar respirábamos el ambiente de magia y fantasía que produce el nacimiento de la obra artística; los temas, nuevos todos, se tocaban una y otra vez y luego se repetían nota por nota, para que el poeta las transformara en versos, que poco tiempo después, empezarían a escucharse en la voz de los niños y adolescentes, en colegios y escuelas, cuando no de bohemios y cantores, en bares, teatros y radioemisoras….

Sus primeros ensayos literarios los publicó en El Heraldo, semanario lojano. Su fecundidad literaria fue prodigiosa, especialmente creó himnos para escuelas, colegios e Instituciones, con inspiración y filosofía únicas. Don Emiliano Ortega ha sido un devoto intérprete de los elementos del verso: métrica, ritmo y rima, no demuestra en sus poemas afectación por conseguirlos, pues tenía notable facilidad para encontrarlos.

Sus poemas han sido musicalizados especialmente por Nicasio Safadi, Segundo Cueva Celi, Manuel de J. Lozano, César Alberto Ortega, Benigno Carrión. Así nace entre otros el pasillo “Corazón que no olvida” musicalizado por Segundo Cueva Celi. “¿Por qué empapé de lágrimas la vida? /¿Cómo pudo tu amor volverme triste?/ Por esta pobre entraña dolorida/ ¿Di si un amor como mi amor tuviste?/       …Si fuiste para mí fuente escondida,/ flor de ilusión de todo cuanto existe, /si tu cariño fue toda mi vida,/”¿Cómo pudo tu amor volverme triste?.....

Entre los poemas que han alcanzado el perfil de inolvidables tenemos; “Alma lojana”, “Corazón que no olvida”, “volverás un día”, “Consuelo Amargo”, “Idilio Inconcluso”, “Filiales Recuerdos”, “No, importa, no…”, “Angel y Estrella”, “Cuando siente el corazón”, “Déjame amarte”, “Nunca Jamás”, “Tu mirar”, “El último recuerdo”, “Vals de la Vida” musicalizados por Cristóbal Ojeda Dávila, Segundo Cueva Celi, José Benigno Carrión, Manuel de J. Lozano, Carlos Alberto Palacios…

Con música de Pablo Huras compuso el libro “Aires Escolares”, “Tierra lojana”, “Son dos seres”, entre otros.

Entre los Himnos, tenemos; el Himno al Maestro, escrito el 13 de abril de 1928, una verdadera advocación al sembrador y conquistador de sabiduría, cuyo coro dice: “Gloria al héroe que en lucha incruenta/ va dejando girones de vida,/ que es apóstol, profeta y lirida,/ y es eterna caricia de luz….

En su vasta producción cuenta con poemas históricos, íntimos, de carácter religioso, dramas.

Don Emiliano Ortega recibió varias distinciones: en 1957 fue condecorado por el Ministerio de Educación con medalla de oro, como preclaro y ejemplar maestro.
En 1968 fue elegido el Mejor Ciudadano de Loja, por el Concejo Cantonal.
En 1973 fue condecorado por el Colegio Nueve de Octubre de Machala.

Esta es la vida de este hombre multifacético y extraordinario, sencillo, locuaz, cuyas riquezas “guitarra, amigos, canción” significaban más que todo el oro de la Tierra, segador de senderos anchos por donde transitar, sin resentimientos, sin mordazas, sin rencores ni odiosidades, únicamente con un verso en la boca y una espiga en la mano…


Bibliografía: Datos proporcionados por la familia.
                  Folleto “Centenario del Natalicio del Maestro Emiliano ortega Espinosa”.
                  ESPINOSA, Carrión Cumandá, Monografía “Emiliano Ortega Espinosa y su producción literaria”.
                  Revista Mediodía, Nro. 50 Casa de la Cultura ecuatoriana, 1999
                  Jaramillo, Valdivieso Paulina-Primicias Lojanas-Colegio Eugenio Espejo

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