martes, septiembre 29

Matilde Hidalgo Navarro

“La mujer que abrió caminos”





Matilde Hidalgo Navarro, abrió caminos en virtud de la igualdad de oportunidades para la mujer en una época de limitaciones sociales y políticas, con la mansedumbre de su ternura y la tenacidad que fortalece a su género en el devenir de sociedades equitativas y justas.

Es posible que su alcance se haya adormitado con el transcurrir de los años por la congruencia de satisfacciones banales que acoge nuestra sociedad, sin embargo la huella firme de sus convicciones late en el pensamiento de la mujer lojana y ecuatoriana que fortalece sus raíces con actitudes de luchadora impostergable en la urgencia de transformaciones congruentes al sentimiento de equidad y humanismo.

Matilde nace en Loja, más la luminosidad de su antorcha ilumina el sendero de la mujer ecuatoriana ya que venciendo los prejuicios de su tiempo logró cristalizarse como  la primera bachiller de su ciudad y del País, la primera mujer médico ecuatoriana, primera sufragista del Ecuador, primer mujer candidata a diputada, primera concejala del Cantón Machala.

Maestra, política, profesional, madre y esposa, lojana de nacimiento, inscrita en la parroquia San Sebastián el 29 de septiembre de 1889, con los nombres de Deifilia Matilde Inés, fue séptima hija de Carmen Navarro y Manuel Hidalgo Pauta.

El 22 de octubre de 1907, Matilde ingresa a las aulas del colegio “Bernardo Valdivieso”, quedando matriculada en primer curso de secundaria. A partir de este momento, la vida se torna difícil para ella. La sociedad lojana tan cerrada y tradicionalista, no ve con buenos ojos que esta niña sea educada en un colegio donde se habían formado hasta entonces solamente hombres. Matilde se convierte en el blanco de las críticas y burlas, hasta de sus antiguas compañeras, fue una etapa muy dura que debió enfrentar con toda su valentía y tenacidad.

En 1910, a los 21 años de vida expresa su sentimiento en su primer ensayo poético. Cuando en la ausencia de su hermano Antonio le dice: “El cielo está despejado/ tranquila la fresca brisa/ y a la vista simboliza/ el límpido claro día,/ en tanto que yo amorosa/ pienso en ti mi dulce hermano/ y a saludarte me afano/ con mi inhábil melodía”.

Las aulas del colegio también inspiran su expresión poética como lo escribe en “El deber de la mujer” “…Es preciso abrirse paso/ entre envidias y mezquindades/ y burlando tempestades/ dedicarse ya a estudiar.

En 1910, Conoce a un joven proveniente de Zaruma, Fernando Procel Lafevre, quien desde ese entonces se convierte en su compañero y amigo. Transcurre el tiempo y Matilde se gradúa de bachiller con las más altas calificaciones. Es hora de dar vuelo al torbellino de sus ilusiones y soñar en la universidad en pos de su título de Médica.

En la ciudad de Cuenca luego de una serie de vicisitudes y apoyada por su hermano Antonio, ingresó en la Facultad de Ciencias Médicas aceptada por Honorato Vásquez, uno de los ilustres poetas cuencanos, quien vio en ella ante todo decisión y determinación por conseguir lo que tanto había anhelado.

El 29 de junio de 1919, Matilde alcanza su licenciatura, es tiempo de viajar a Quito en busca de su doctorado. Es así como Matilde ayudada por el también lojano Doctor Isidro Ayora, consigue la residencia en la Maternidad del Hospital San Juan de Dios. Y el destino le tiene preparado el gran reencuentro con su amado que había viajado a la Capital para obtener su título de Abogado.

El 21 de noviembre de 1921, Matilde obtiene el título de Doctora en medicina, y decide regresar a Loja, pero la rivalidad con sus colegas, que ven en ella la competencia y las habladurías, exigen su salida de su ciudad y viaja a Guayaquil.

A fines de 1922 Fernando asume la Secretaría de la Gobernación de El Oro, y busca a Matilde, concientes y seguros de sus sentimientos, se casan en 1923 y se establecen en Machala. Transcurren sus vidas en esta ciudad y en 1924, Matilde sufraga, siendo la primera mujer cuyo voto ha sido reconocido en elecciones presidenciales, la primera mujer en sufragar en sudamérica.

El 29 de julio de 1923, fallece su esposo, dejándola sumida en una completa desolación. Un mes después, Matilde sufre un ataque de apoplejía, que la deja sumida en la inconciencia. Por las complicaciones que presenta su enfermedad hay que amputarle una pierna acercándose el final en la vida de esta gran mujer.

En 1941 se convirtió en la primera mujer candidata a un cargo de elección popular en el Ecuador y la primera mujer elegida administradora pública en Loja con el cargo de Diputada Suplente.

Ejerció la medicina en Guayaquil hasta 1949, cuando obtuvo una beca para realizar una especialización en pediatría, neurología y dietética en Argentina. A su regreso al Ecuador, se dedicó a desarrollar obras sociales, fue nombrada Vicepresidenta de la Casa de la Cultura Ecuatoriana y fue presidenta de honor y vitalicia de la Cruz Roja en El Oro (Ecuador). También recibió múltiples reconocimientos como la condecoración con el Mérito de Salud Pública.

El 20 de febrero de 1974, en la ciudad de Guayaquil, su presencia material nos sume en el desconsuelo y despierta el sentido de su vida en la historia ecuatoriana, una mujer que dio gloria, reconocimiento y forjó un camino de aceptación para la mujer lojana, ecuatoriana y latinoamericana, en los distintos campos de la educación, la ciencia, la politica.

Su legado incomparable resurge en la búsqueda de libertad en la perseverancia, la decisión y el optimismo que ha de brillar en cada una de nosotras porque su luz de “mujer total” como diría Jenny Estrada, es memoria y es consustancia humanística de nuestra sociedad.


Bibliografía: BIBLIOTECA ECUATORIANA, mujeres, Antología. Colección nro.11.
ESTRADA, Jenny, Una mujer total.
H. Consejo Provincial de Loja, La otra cantera de Mujer, poemario, Matilde Hidalgo de Procel.
Jaramillo, Valdivieso Paulina-Primicias Lojanas-Colegio Eugenio Espejo

miércoles, septiembre 23

Willam Brayanes -Huili









Willam Brayanes Criollo, Poeta, narrador, humorista, uno de los caricaturistas de mayor talento y profundidad de pensamiento en el país.  Miembro de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Nace en Loja, el 29 de septiembre de 1954. Su padres son: Carmelina Criollo y Willam Alfonso Brayanes (cubanito), conocido entre los amigos y desconocidos como “el cubanito”. 







Se describe a sí mismo como “un ciudadano como tantos otros: de carne y hueso, con virtudes y defectos, intentando aprender de mis pocos aciertos como de mis múltiples errores. No me considero fanático ni religioso, pero no puedo dejar de mencionar dos cosas: que Dios ha restaurado mi vida, y que inmerecidamente me ha bendecido con varios talentos, de los cuales aún no le he dado buena cuenta. ..”


Desde muy joven participó en concursos y aportó a periódicos de establecimientos educativos. Inicia su vida profesional en Diario “Crónica de la Tarde” como caricaturista. Al principio sintió que no lograría entregar una caricatura diaria, sin embargo lo logró, Willam confieza que las primeras entregas fueron un desastre ya que no tenían mucho humor. 


Luego trabajó en todos los diarios de Loja: La Hora, El Siglo, Acontecer y Centinela, algunos desaparecieron.




CARGOS DESEMPEÑADOS:


  • Jefe de Redacción del diario CRÓNICA DE LA TARDE de Loja.
  • Jefe de la Biblioteca Municipal.
  • Relacionador Público de la Casa de la Cultura.
  • Promotor Cultural del Conservatorio Salvador Bustamante Celi.
  • Caricaturista de los diarios: CRÓNICA…, EL SIGLO Y LA HORA. 




PUBLICACIONES:


POESÍA:


  • Fuegos de Chimenea 1986
  • Viernes 33 de mayo 1990
  • Entre la razón y el corazón, esquina 1995


HUMORISMO GRÁFICO:


  • Las sonrisas son…Rosadas 1192
  • Haciendo El Humor 1993.
  • Humor minero 1994.
  • De Buen Humor (Colección de 6 folletos) 2000.









NARRATIVA:

  • Cuentos en Si bemol 2998
  • Cambio y Fuera 2006


PERIODISMO:
  • Artículos por diversos medios.


BLOGS:

  • De Loja con Humor
  • Lojañoranzas
  • TrasusHuellas

Artículo:


Esos viejos carnavales


"Algunas personas sostienen que los tiempos pasados fueron mejores, y quizá lo digan por festejos como el carnaval que en los años sesentas época de mi niñez se protagonizaban con más alboroto que en la actualidad. Eran tiempos en que dicho juego se iniciaba con dos meses de antelación, a cuenta de que las distracciones eran pocas, y que el agua por ser entubada y traer más microbios, era barata.


La prohibición de jugar carnaval siempre existió; el anhelo de culturizarlo, también, pero era más poderosa la costumbre de irrespetar la ley. De allí que la gente acostumbraba a ubicarse en los balcones de sus casas, desde donde mojaban a todo ciudadano que se atrevía a caminar por el sector.



De lado y lado de la vereda, los balcones por alto, y los zaguanes por bajo, servían de trincheras para perjudicar al prójimo, sea con los tradicionales globitos (marca Zaruma) o con baldes, cacerolas, chisguetes y pistolas llenas de agua. También se lo hacía con cascarones de huevo conteniendo desde agua perfumada hasta anilina. Incluso no faltaba el típico chorrito caliente, que por su típico olor , nos hacía sospechar más tarde, que se trataba de orina.



El carnaval cumplía su papel democrático, ya que todos sin diferencia éramos empapados: blancos, negros, cholos, indios, montubios, mujeres y varones, niños y adultos; ni siquiera servía el pretexto de estar con fiebre, porque igual mojaban, señalando que la alta temperatura era por falta de baño.


El carnaval en familia era un ritual ameno de cacería, pues se forzaban puertas, se dañaban cerraduras, se allanaban armarios, buscando víctimas debajo de las camas ,encima del soberado, en la huerta, en la chacra, y hasta en el baño. Y así, todo quedaba mojado: cobijas, sábanas, almohadas ; ni el perro se salvaba. Claro que muy pronto asomaban las copitas de licor en sus diversas nominaciones : Anisado, Tapetusa, Hueso de oso, Mallorca, Coñac, Guanchaca y Punta, para cumplir el rol de secante. Aunque obviamente, los carnavaleros pasaban de “ secantes”  a “esponjas”.



También se acostumbraba a alquilar algún camión semiabierto, en cuyo cajón de madera se depositaban tanques, ollas, bacinillas y baldes con agua. Allí, familiares y vecinos realizaban recorridos por toda la ciudad , batiéndose a duelo con otros ciudadanos, que con manguera en mano aguardaban en las calles. La jornada del día terminaba con la inmersión de todos en el río Malacatos o Zamora, en alguna de las piletas del parque Central, o por último en cualquier poza de agua , donde no faltaba un cerdo en reposo.



Por su parte Las radioemisoras promocionaban bailables de 3 días y sus noches, al ritmo de los “hits” de temporada, desde : “Llegando está el carnaval”, hasta “A la voz del carnaval”... Eran días con licencia para bailar, beber, comer, y exhibir los cuerpos impregnados de : lodo, huevos podridos, harina, achiote, hollín, grasa, anilinas... al puro estilo de las fiestas romanas que organizaba Nerón.



En fin, muchachos como éramos, nos divertimos con esos viejos carnavales,  sin importarnos si era fiesta pagana, si el agua era un recurso digno de ahorrase, o si en otros lares nos tildaban de salvajes.



Pues entre esas inolvidables costumbres, estaba la de asistir los domingos por la noche al parque central, en donde, apenas terminaba la misa de la Catedral, daba inicio la denominada retreta, con la participación de la banda del ejército apostada al pie del monumento a Don Bernardo Valdivieso.



Allí, gente de toda condición dábamos vueltas alrededor del parque, sea en parejas o en jorgas, para entablar una amistad o ascenderla a romance. Era la oportunidad genial para que los enamorados que no les permitían verse durante la semana, se den cita bajo el espiritual pretexto de ir a la misa.



De igual forma era la ocasión propicia para disfrutar el repertorio de la señalada banda, desde “La burrita”, o “La Piragua”, hasta “Cumbia que te vas de ronda”, “Cuchara de palo”, o “Toro barroso”. Y entre vuelta y vuelta por aquel “Tontódromo”, degustábamos la típica funda de canguil, horchata con limón, empanadas fritas, los perros calientes del Porteñito, o las cocadas del popular “Cubanito”.



Cerca de las nueve concluía todo; entonces unos se despedían de sus amores y se retiraban a sus casas, mientras otros se trasladaban a cualquiera de los tres cines : Vélez, Bolívar o Popular, éste último más conocido como pulguero.



Esta costumbre permaneció vigente, hasta que arribó la televisión, determinando que el público se ausente de las salas de cine, y por ende de las retretas. No les quedó más a los marciales artistas que permanecer aburridos en el cuartel, tocando en las fiestas de San Jorge, o en los onomásticos de los oficiales.



Ha pasado el tiempo; se ha tratado de reimplantar las retretas, pero no se ha conseguido el éxito de antaño. Hoy la gente prefiere escuchar su propio repertorio , desde su celular mediante los audífonos, vía directa hacia la oreja"
W.B.