domingo, marzo 22

Pedro Víctor Falconí






(Los datos que a continuación ofrecemos son tomados de un análisis que realiza el Dr. Fausto Aguirre, “Pedro Víctor Falconí/Testigo de una época. Como “Homenaje Póstumo, al celebrarse los cien años de su nacimiento.” se encuentra en la Revista Mediodía de la Casa de la cultura, 1999. Nro. 50)

El Dr. Pedro Víctor Falconí nace en Loja,  el 22 de marzo de 1898. Jurisconsulto, poeta, ensayista, educador, político. Fue Presidente y Ministro de la Corte Superior de Justicia de Loja, Interventor de la Contraloría, Diputado, Concejal del Cantón y Consejero Provincial, Rector del Colegio Bernardo Valdivieso, Profesor Universitario,  Miembro Correspondiente de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. 

Sus estudios primarios los realizó en la escuela de los Hermanos Cristianos. Lo tenemos más tarde como estudiante en las aulas del colegio Bernardo Valdivieso. Sus estudios los alternó con las funciones de líder estudiantil. 

Continúa su carrera estudiantil en las aulas de la facultad de Jurisprudencia, Ciencias Sociales, Políticas y Económicas de la Universidad Nacional de Loja, institución en la que obtendrá sus grados profesionales y académicos, como los de doctor en Jurisprudencia y Abogado de los Tribunales de Justicia del país. Muy temprano se va a destacar como un abogado competente, mas como su horizonte es la familia, abandona su trabajo de abogado para dedicarse a la más noble de las tareas: la docencia y la educación, campos en los cuales cumple excelentes ejecutorias en procura de las reales transformaciones que demanda la sociedad. Se incorpora  a las aulas del Bernardo Valdivieso como profesor y luego como su rector. 

Como profesor y maestro forjador de las juventudes, en las cátedras de educación media o universitaria, siempre tuvo como ejemplo de horizonte, como meta de trabajo las orientaciones de su maestro el Dr. Adolfo Valarezo, a quien reconoció siempre como el más claro y transparente ejemplo y modelo de docente.

Los grandes hechos que han influido en su vida, mientras cursó sus ochenta y tres años en nuestra patria ecuatoriana, desde 1898 hasta 1981, se caracterizan por los siguientes movimientos:

Pedro Víctor Falconí, nace en el régimen del gobierno del general Eloy Alfaro, en el entorno que nos interesa al momento, mientras pasa la infancia, la niñez y la juventud, Pedro Víctor Falconí, vive ya conscientemente los diversos movimientos y levantamientos que obligan a Alfaro a abandonar el país.  Hay desorganización administrativa a nivel de gobierno central. Se vive el gobierno interino de Carlos Freile Zaldumbide. Emilio Estrada, asume la presidencia nacional por mandato de la Constitución. Se instrumenta su programa de “libros y atados”. Muere Estrada. Otra vez el interinazgo de Freile Zaldumbida.  Mientras tanto, en Esmeraldas, proclaman a Flavio Alfaro como Jefe Supremo. Eloy Alfaro retoma al Ecuador y pide cordura a las masas como a la gestión política gubernamental. 

Pedro Víctor Falconí, siempre recordó a Alfaro con admiración, admiración que duró toda la vida, no con conciencia de hombre liberal, sino con la mentalidad del hombre revolucionario.  Adquiere una sólida formación y preparación en los campos de la economía social. “El Capital” de Marx, será, por ejemplo, su libro de cabecera, y no quedará ninguna página virgen que no haya hollado su lápiz indicador, al igual que las glosas y las notas marginales.

La conciencia social, política, ideológica, más su sensibilidad de ciudadano que lucha por las causas de la patria, ha ido asimilando toda esa azarosa trayectoria nacional, de abusos internacionales y mutilaciones territoriales a la par que lo va reflejando en su hecho poético, y en sus hechos de hombre político. A nivel internacional tiene definida ya su visión sobre el problema de la dictadura del general Machado en Cuba, que dura hasta el 33. Le serán lacerantes las guerras y las dictaduras civiles y militares de los gobiernos de los países hermanos.

Desde el punto de vista generacional, por la zona de fechas de gestión y de gestación, Pedro Víctor Falconí pertenece a la generación de 1894 cuyo grupo o estilo predominante es el modernismo y el postmodernismo. Aquí lo hemos de encontrar conceptualmente, con su producción poética, con su exigua producción en prosa, al menos de un poco que se ha podido rescatar de lo que escribió el Dr. Falconí.

Históricamente, en el entorno de la generación de 1894, ocurren tres  guerras que afectan considerablemente el curso de las letras: la guerra del 98, la Revolución Mexicana y la Primera Guerra Mundial, que es distinto al entorno de nuestro generacionado, puesto que en su trayectoria hay que sumar otros acontecimientos: la Revolución rusa del 17, la Segunda Guerra Mundial, el nacimiento de la transformación de la Europa del Este, como la “perestroika” de Gorvachov, el acontecimiento del Protocolo del Río de Janeiro que tanto preocupó su vida. Pues, cuando él fue Diputado y ellos tuvieron que ratificar con su firma la mutilación nacional, el Dr. Pedro Víctor Falconí, con otros colegas de la gestión política del Parlamento, se opusieron a hacerlo y no firmaron, actitud que adquirió y adquiere mayor satisfacción histórica, no solo frente a la nulidad del Protocolo como hecho impuesto, sino como profundo criterio de conciencia patria que, de esta manera, desde un comienzo se defendió la integridad nacional y se opuso a la desmembración de la que fue objeto nuestra realidad territorial. 

Ubicando conceptualmente su poesía, ella arranca con elementos románticos, pasa por características modernistas y postmodernistas. Podemos afirmar que no hay órdenes conceptuales vanguardistas y postvanguardistas en la producción de Pedro Víctor Falconí. Sin embargo, dada su concepción-formación ideológico-política, su producción ostenta pocos o algunos elementos de la nueva literatura: con elementos de los rebeldes y renovadores. 

La gestión  ideológica, con la consiguiente influencia le viene del círculo de la “Vanguardia Revolucionaria” del cual fue su miembro. Esta etapa de su vida está caracterizada por una férrea disciplina, y muchas de las ocasiones por esa dogmática de la ideología, aunque de grupo o de movimiento, y no por convicción personal. Es él un humanista que ha entronizado la razón y la fe, que parte de su paz interior, de su seguridad en sí mismo, de su comprensión cabal con los demás, para darse a los demás sin condiciones ni restricciones. No importa su incredulidad en Dios: nunca hizo alarde de ello, nunca le fue un conflicto. 

En la misma revista de la Casa de la cultura, Alfredo Jaramillo, manifiesta que: como profesor de filosofía, lógica y ética, materias que se impartían en el Colegio Bernardo Valdivieso, en la década de los cincuenta,  el Dr. Pedro Víctor Falconí dejó profundas huellas, no sólo en el campo intelectual de Loja, sino en el alma de sus alumnos, a quienes asombró con su nobleza de hombre visionario que supo captar la problemática socio-cultural, política y económica de su tiempo. Su desinterés por las cosas mundanas.  (…)

Enemigo acérrimo de la petulancia proselitista del intelecto. Pedro Víctor Falconí fue un pedagogo de alcurnia indefectible. Un hombre que abrió nuevas proyecciones a la educación, desde muy temprano. Configuró en su tiempo perspectivas enmarcadas al desarrollo social y científico, sin tapujos. Poeta y escritor de fina sensibilidad y amante de las artes en sentido genérico. 

¿Quién no recuerda su contextura física, sus sueños, las moralejas finales de sus clases, las anécdotas en torno de su personalidad creativa, serena como los remansos polares, como el paisaje ecuatorial. Su concepción del mundo y su idea de Dios? —manifiesta Jaramillo Andrade—

Pedro Víctor Falconí (“el doctor Pedrito”…), se alineó por las causas inmarcesibles del espíritu. Profundamente humano y respetuoso. Amigo de las excelencias y de los grandes valores que se han dado en el campo de las letras, de la filosofía y de la teología. Devoto, de los libros como el que más. Su voluminosa biblioteca no le sirvió como adorno de sala: los leyó a los clásicos españoles, franceses, americanos y británicos. 

Entrañable adepto del arte: de la música y de la musicalización. Quiso hacer del Bernardo Valdivieso un centro único (“Una cajita musical”) y de artesanía. 

Jamás apostrofó la estulticia emparentada con el melindre vulgar, ni empleó la ironía contra la mediocridad, sino: su verdad que, en todo caso le fue relativa. Nos enseñó a meternos la luna en el bolsillo con Balmes. Aprendíamos.

Su sabiduría le abrió fronteras de comprensión entre sus semejantes. Al estudiante lo colmó de satisfacción. La existencial romesa del devenir le fue muy fácil comprender dentro de una ideología de carácter promisorio. Ni la tempestad lo abrumó. Consolidó fórmulas de su propia percepción real de las cosas, que protegió con su revuelo poético, paralelando a Ácaro: el dios de la mitología que columbró su estampa fuera del laberinto.

“Cuánto reprochas que mi alma llena
de amrgura, tristeza y desencanto,
regando mi sendero con el llanto,
enfermo siga de dolor y pena

Y a consolar mis crueles ansiedades,
y a consolar mi espíritu cobarde,
tuya a la paz de agrestes soledades
a contemplar agónica la tarde.

Es que no sabes, tierna amada mía
cómo adormece mi melancolía
contemplar a la tarde que fallece.

Porque sólo comprende el que padece,
el que ha visto morir cuánto se quiere,
la poesía de lo que se muere”

…Se hundió de repente en el dolor pero con alegría. Yo mismo fui acreedor testigo de su dulzura y capacidad cuando me convidó a trabajar a su lado, —dice Alfredo Jaramillo A. ¡Los Adioses!..., es un poema suyo de aquilatado romanticismo, como el de la cita anterior; un himno sin dobleces ni genuflexiones, pero con inmensa saudade, a pesar de ser un pasillo que ha saturado el alma popular:

“Lloran en los ocasos
nuestros adioses
porqué son la agonía
de nuestras voces;
música de corazones
de llanto y sol…”.

Pedro Víctor Falconí, muere en Loja en mayo de 1981. 

Fuente: Revista “Mediodía” Nro. 50, Casa de la Cultura Ecuatoriana “Benjamín Carrión” Núcleo de Loja, 1999./Fragmentos de artículo “Pedro Víctor Falconí/Testigo de una Época del Dr. Fausto Aguirre/ Fragmentos de artículo “Pedro Víctor Falconí/El Maestro que nos enseñó a meternos la luna en el bolsillo, de Alfredo Jaramillo Andrade.

Los dos artículos se encuentran en la misma revista y se puede ampliar los datos en la revista citada.  

miércoles, marzo 11

Alejandro Carrión Aguirre

“Un hombre de estatura intelectual”




Su obra literaria perdura y su presencia en el periodismo enmarca la realidad nacional en la profunda convicción de un país que requiere transformaciones. Nace en Loja el 11 de marzo de 1915. Hijo de José Miguel Carrión Mora y Adela Aguirre. Sus estudios primarios los realizó en Loja. bajo la dirección de los Hermanos Cristianos, le dejó impresiones afectivas como de conciencia que llegaron a generar los epi­sodios y caracteres humanos de uno de sus primeros pero más atractivos libros de narra­ción: "La manzana dañada"... Luego ingresa en el Colegio Bernardo Valdivieso de Loja, y Mejía, de Quito,. Manifiesta que su inclinación como escritor nace por tradición familiar, pues nació en una casa llena de libros, donde su abuelo escribía, su tío Héctor Manuel y Benjamín eran escritores, de tal manera que ser escritor para el constituía lo más natural…

Además recuerda a uno de sus más afables Maestros el Dr. Carlos Manuel Espinoza, del Colegio Bernardo Valdivieso de Loja, como motivador del hecho de escribir, considera que todo el que pasó por su aula aprendió a escribir por su enorme simpatía y manera de enseñar, el Dr. Espinoza - según el propio Alejandro-, publicaba para entonces una revista en la cual sus alumnos colaboraban y sin darse si quiera cuenta aprendían.

En la ciudad de Quito, se matriculó en la Facultad de Derecho, ya que las alternativas de aquel tiempo eran la Medicina y El Derecho. Cuando se creó la Facultad de Filosofía y Letras, se cambió; pero dos años y medio después fue clausurada por el Dr. Velasco Ibarra y regresó a Leyes.

En el ambiente universitario de Quito, en que cum­plió su carrera del derecho, fue cobrando di­mensiones mayores su aptitud literaria. Y, así, pronto se irguió, ya entera, su personalidad de poeta, narrador y periodista. Varios son sus libros dentro de la lírica: "Luz del nuevo paisaje" (1937), "Poesía de la soledad y el deseo" (1934-1939), "Agonía del árbol y la sangre" (1948). E igualmente, sus poemarios breves: "¡Aquí, España nuestra!", "Tiniebla", "La noche oscura", "Cuaderno de canciones". Algunos de ellos han sido edita­dos lejos del país.

...  El periodismo de Alejandro Carrión ha sido extenso. Porque lo ha ejercido desde los años de su adolescencia. Y a través de diarios y revistas: "La Tierra", "El Comercio", "Ulti­mas Noticias" y "El Sol", de Quito; "El tiempo", de Bogotá,

En 1948 colaboró en los periódicos “La Tierra” y “El Universo”. Fundó la revista semanal política  “La Calle”, por cuyo contenido, en los años 50 fue víctima de un atentado conocido como el caso de los “pichirilos”.Utilizó desde entonces el seudónimo “Juan sin Cielo”.


En la década de los 70 vivió en Estados Unidos, antes de pasar a ser el Primer Editor de la revista “Américas”, que es cuando volvió a su oficio, y antes, de que lo designaran director de la Biblioteca de la Organización de Naciones Unidas, estuvo dedicado a “cuidar” los textos de los señores embajadores, como Jefe de la División Editorial.  Viajó por diversos países del continente y en 1944, una editorial norteamericana, New Directions Norfolk Conn, seleccionó a Carrión como uno de los “cinco poetas de América”, publicando una antología de sus poemas. A su retorno fue articulista del Diario “El Comercio” de Quito y de la “Revista Vistazo”.

 Galo René Pérez manifiesta que la lírica de Carrión es tan lógica y coherente, se nos ofrece en efecto; tan articulada de ideas, tan airosa en su desenvoltura expresiva, que parece venir de lejanos manaderos clásicos, o de una conciencia que tiene la pestaña levan­tada, en actitud vigilante, sobre el fresco impulso de lo puramente lírico. Ni audaces amagos contra la estructura del verso, ni re­buscadas complejidades metafóricas, ni son­deos subconscientes o metafísicos, y peor la insuficiencia o el desaliño formal de los inca­paces, pueden sentarse, en verdad, en ningu­na cuenta que cualquier juicio ponderado es­tablezca alrededor de la obra poética de Ca­rrión.


Hernán Rodríguez Castelo, considera que Alejandro Carrión es el poeta más intelectual de la generación: penetrante, pero lastrado en su expresión lírica por ese mismo desmesurado peso conceptual. “Poesía de la soledad y el deseo” (1945) marcó la hora de la búsqueda de un estilo con suficiente poder como para fraguar en fórmulas verbales toda la hondura interior. No se lo halló –continúa Rodríguez Castelo- y la búsqueda se prosiguió, laboriosa, en “Agonía del árbol y la sangre” (1948). “La sangre sobre la tierra” ensaya otro tono y ritmos, y se apoya en la fuerza de lo simple. Entre tanto Carrión lograba una fácil plenitud verbal en el relato y la prosa y en la prosa acabó por instalarse holgadamente.

Jorge Salvador Lara dice de Carrión; Prosista caudaloso, cumple algunas memorables empresas de prosa artística, con seguro ritmo y multiplicadas ocurrencias. Vasto y hermoso trabajo en su volumen de introducción a la poesía de los jesuitas del extrañamiento: Los poetas quiteños de “El ocioso de Faenza” (1957).

 A partir de 1950 el ritmo de la producción novelística decae, sin embargo Alejandro Carrión escribe una novela de profunda madurez “La Espina” (1959), que merece los mejores comentarios de la crítica internacional, nos pinta un cuadro amargo y denso, hermosamente escrita, novela obsesiva en su ambiente y cruel para penetrar en los más obscuros recovecos de la pasión humana. en la que el desarrollo temático y el análisis psi­cológico del protagonista permiten ver la orientación del autor dentro del nuevo movimiento novelístico hispanoa­mericano, marcado por preferencias intros­pectivas. Esta obra fue recomendada en un concurso de la Editorial Losada, de Buenos Aires...  Ya Carrión había anunciado estas calidades en otro libro bello y desolador ”La manzana dañada” (1948).

 En una entrevista de Rodrigo Villacís para el diario “El Comercio en 1980” Alejandro Carrión anuncia sus cuentos por publicar, luego de “La mala procesión de hormigas”. Tengo tres libros –dice-, uno que es la continuación de “La manzana dañada”, que son cuentos que pasan en la escuela; estos pasan en el colegio, se titula “Divino tesoro”, por el verso de Darío. El otro libro de cuentos se llama “Una pequeña muerte, y del tercero, no recuerda el título, pero manifiesta que seguirá escribiendo cuentos, porque se los puede escribir sin fin. Sobre novela se refiere a “Los ojos de los otros”, que trata de mostrar esa terrible dualidad que se da entre como somos y como nos ven.

En el periodismo –la crónica, el artículo- Alejandro Carrión, como “Juan sin Cielo”, llena una época: fácil como buen conversador, chispeante, agudísimo, inmisericorde y hasta inescrupuloso. El periodismo propiamente político de Carrión ha sido el de un escritor enfrentado a la demagogia, a la negación de las libertades y a las tendencias y conducta pública de cier­tas facciones conservadoras y fascistas...

En 1986 el gobierno del Ing. León Febres Cordero le confirió el premio “Eugenio Espejo”. Ganó el premio de Mary Moors Cabot de periodismo de la Universidad de Columbia. Premio Losada de Buenos Aires. Premio Tobar de Ensayo. La Universidad de Columbia le otorgó el doctorado Honoris Causa.

Alejandro Carrión será siempre el infatigable creador, de estatura intelectual, de valor singular, encausador y guía de las letras en forma integral.


Bibliografía:
SERRANO, Gustavo, Prosas Silentes, Honorable Consejo Provincial de Loja, 1983.
ALARCON, César Augusto, Diccionario Biográfico Ecuatoriano.
BANCO CENTRAL DEL ECUADOR, Historiografía ecuatoriana/ RODRÍGUEZ CASTELO, Hernán, Vigencia de las Generaciones literarias socialistas (1935-1965)
VILLACÍS MOLINA, Rodrigo, Palabras Cruzadas, Banco Central del Ecuador.
Pérez, Galo René, Literatura del Ecuador 400 años –crítica y selecciones-, ediciones Abya-Yala, Quito-Ecuador, 2001.
Jaramillo,Valdivieso Paulina. Primicias Lojanas-Colegio Eugenio Espejo

lunes, marzo 2

Carlos Manuel Espinosa Espinosa



Catedrático, Maestro y formador de hombres





“Todo el que pasó por su aula aprendió a escribir.

Tenía una enorme simpatía y tal manera de enseñar

que aliviaba todas las majaderías

de la gramática, la ortografía, de la sintaxis.

Y publicaba una revista en la cual sus alumnos colaborábamos,

y así aprendíamos, sin darnos cuenta.

Y organizaba también sabatinas,

en las que discutíamos toda clase de cosas.

Y así también aprendíamos, sin darnos cuenta….”



“Alejandro Carrión”





Carlos Manuel Espinosa ha sido un hombre de cultura, un hombre de letras. Justamente la pléyade de intelectuales lojanos de algunas generaciones y hasta nuestros días, han asimilado sus enseñanzas en el vastísimo campo de la literatura.  Quienes fueron sus discípulos brillan hoy, en el arte, en la política, en el periodismo, en la poesía. Fue en verdad, un formador de hombres.



Nace en Loja el 2 de marzo de 1896. Fueron sus padres el Dr. Manuel H. Espinosa y la Sra. Isabel María Espinosa. Contrajo nupcias con la Sra. Delia Vélez con quien  procreó  tres hijos: Irma, Edith y Franklin.



Sus primeros estudios los realizó en la ciudad natal, con profesores particulares, terminando la primaria en la escuela “Miguel Riofrío”. Los secundarios los siguió en el Colegio Bernardo Valdivieso, en el que obtuvo el título de Bachiller.- Los estudios superiores los hizo en la “Junta Universitaria de Loja” –hoy Universidad Nacional- en la que se graduó como Doctor en Jurisprudencia.



Su labor en la Administración Pública se resalta por su pulcritud y honestidad, se inicia como Secretario del I. Concejo Municipal de Loja, del que posteriormente pasó a ser Procurador Síndico y Director de su Departamento de Cultura. Por muchos años desempeñó la Cátedra de literatura en el Colegio “Bernardo Valdivieso”, llegando a ser su Vicerrector y Rector.- En la Universidad Nacional de Loja fue profesor de Historia del Derecho de la Facultad de Jurisprudencia y Vicerrector de la misma; y profesor de Literatura en la Facultad de Ciencias de la Educación, luego de ser uno los creadores de dicha Facultad. Fue el primer Rector del Colegio nocturno “Leones de Loja”, luego sección nocturna del Colegio Bernardo Valdivieso.- Diputado y Representante de la Provincia ante el Congreso Nacional.- por varias ocasiones desempeñó el cargo de Gobernador de Loja.- Presidió el directorio de la Sucursal del Banco Nacional de Fomento en nuestra ciudad.- Fue el fundador y Primer Presidente del Núcleo de Loja de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Y entre sus nombramientos honoríficos se hallan los de Miembro del “Grupo América” y de la “Sociedad Jurídico-Literaria”, ambos de la Capital de la República.



La obra literaria del doctor Carlos Manuel Espinosa es extensa. Sin embargo, se halla inédita en su mayoría, entre ellas cuentan: “Poesías del Ayer distante”, “Crepúsculos del Oro. Prosas Íntimas”, “Cuentos de la Tierra”, “Loja en la poesía”, “Sin velas, desvelado… Memorias de un mal estudiante”, “Historia de la Literatura de Loja”.



A pesar de haber incursionado en el campo político como hombre culto y patriótico, su vida habría de dedicarla más bien a la labor pacífica, tranquila y espiritual de la faena literaria y cultural, a la que se pertenecía por entero, por nacimiento y por convicción.



José Benigno Carrión, dice de Carlos Manuel Espinosa; “En el blanco apostolado de la docencia, comprendió con fina y penetrante intuición, con claro talento, el corazón y la mente de los jóvenes. Tenía la certeza que tan solo la bondad, muchas veces incomprendida era el camino verdadero para penetrar en esa urdimbre compleja y difícil que constituye el alma juvenil…”



Manejaba el idioma castellano, con elegancia pocas veces vista. Supo dirigir a sus alumnos por la senda literaria a través de Revistas importantes que él creó y dirigió, como “Hontanar”, cuyo número inicial apareció a principios de los años treinta, en la que dieron sus primeros pasos en la belleza literaria Angel Felicísimo Rojas, Alejandro Carrión, Juan Iván Cueva, Jorge Hugo Rengel, Augusto Mario Ayora, Gustavo Serrano, Jorge Suárez…Formó parte de la “Revista del Colegio Bernardo Valdivieso” y  la “Revista Universitaria”.



En “Hontanar” y otras revistas de las que fue dirigente y redactor como: “Fervor”, “Bloque”, “Burbuja”, quedan sus sentimientos de búsqueda de un nuevo edificio social, del sentimiento íntimamente humano; cuando en sus declaraciones, constantes de sus múltiples cuentos publica:



… “Al paso tardo de la yunta el arado iba desgarrando el lomo del rastrojo. Apoyado en la mancera don Romualdo, con las piernas vacilantes sobre la tierra removida, pica las ancas de los bueyes que extendían las services temblorosas de la fatiga del supremo esfuerzo. Y la yunta halaba del timón: halaba sin descanso….”



También surca la poesía con el fino estambre del caballero que musita el verso en armonía del alma y el sentimiento universal y gime en la boca del poeta: “seguí la huella de tu leve sombra”/como un pobre ciego al tierno guía./Y fuiste para el tedio de mi alma,/como una luz de aurora en mi ocaso: Llamé a tu corazón como un mendigo/ a la puerta de un hogar cerrado:/ señora, por piedad, dame un alivio/ que el hielo de la soledad me mata.





Pedro Tinto, escribe en 1981 en Diario “El Telégrafo”; “Carlos Manuel Espinosa. La imagen viva de la serenidad sabía crear el clima propicio para el diálogo amable y profundo. Su conversación era fluida, ilustrada, matizada de un fino y cálido humorismo, llena de recuerdos y anécdotas. Jamás de sus labios salió palabra que no sea alta, pura, inspiradora y humana.



Muere en Loja el 1ero. de abril de 1981; El hombre de Cultura, el exquisito poeta, experto narrador, Maestro entre los buenos,. Y aunque no ha publicado gran parte de su producción literaria y filosófica, nos ha dejado en numerosas publicaciones nacionales y extranjeras, muestras inmarcesibles de sus talentos. Pero quienes gozaron de sus elevadas notas magistrales, supieron recoger sus enseñanzas y plasmar en obras de gran valor los conocimientos estilísticos que él les impartiera en sus proficuos años de maestro de juventudes.




Fuente: A la memoria del Dr. Carlos Manuel Espinosa, proporcionado por la familia.

Villacís, Molina Rodrigo, Palabras Cruzadas. Banco Central del Ecuador, 1988
Primicias Lojanas: Colegio Eugenio Espejo, CCE/Paulina Jaramillo Valdivieso.

domingo, marzo 1

Salvador Bustamante Celi

“Creador de la Música lojana”

“Suspenso el ánimo, anhelamos algo que diga
más y mejor de lo que alcanza nuestro pobre lengua…
Mas, de aquí que venga ella, la música,
plácida, tranquila, esplendorosa
e invadiéndonos de dulcísonas fricciones,
nos conduce a un océano de luz”
(1876-1935)





 
Ilustre lojano precursor de la composición musical más elegante que fuera apreciada aún en el ámbito europeo, formador de juventudes, excelso y majestuoso en la composición.

Salvador Bustamante Celi:, connotado artista lojano y compositor de la Música del Himno a Loja. Hombre virtuoso del arte musical, gran figura espiritual, de profundas emociones. Nació el 1ero de marzo de 1876 en la ciudad de Loja. Fueron sus padres: Don Teodosio Bustamante Vivar, eminente compositor, organista de la Catedral y cantante (tenor) y Dña. Mercedes Celi.

Salvador, a los trece años quedó huérfano de padre y bajo el cuidado de su madre y hermanos: Vicente, Virgilia y Emilia Bustamante Celi. Los estudios primarios los realizó en la Escuela de los Hermanos Cristianos. Desde pequeño iba mostrando su innata inclinación al arte musical. A menudo y por razones familiares, viajaba a Malacatos donde residía el gran maestro y célebre pianista Miguel Agustín Cabrera, quien intervenía en muchos actos sociales y públicos. Este fue su primer profesor de música y piano.

Salvador Bustamante Celi se trasladó a la capital de la República donde reflexiona seriamente sobre el arte de Chopin y Beethoven. Por una beca que el Ilustre Cabildo lojano, le concede ingresa en la Escuela de Artes y Oficios, ahora conocido como el Colegio Central Técnico. Allí aprendió el oficio de talabartería, pero, los padres Salesianos al percatarse del interés artístico del joven estudiante, le prestaron un piano, pronto recibió clases de este instrumento musical a cargo de su segundo maestro, Aparicio Córdova, lo que permitió dar curso a su verdadera vocación.

Al terminar su oficio y titulado en éste, retorna a Loja. Aquí hace amistad con Manuel Torres, quien se convierte en su discípulo de confianza. Sus ansias de superación, su arte le hicieron que busque nuevos horizontes. Entonces, en Macará permaneció dos años desempeñando el cargo de maestro de capilla, dedicándose incluso a la composición literaria.

En 1906, se traslada  a Lima- Perú, donde con paciencia y eficaz estudio adquiere profundos conocimientos de; armonía, melodía, instrumentación, contrapunto, composición y fuga. Tuvo que residir en el convento de los salesianos durante su estadía en el vecino país.

Para el año 1910 Ecuador y Perú se afanaba en un enfrentamiento militar por discusión limítrofe. Gracias a los amigos Salvador Bustamante Celi embarcó rumbo a Guayaquil, de dicho conflicto compone “El Himno Guerrero Ecuatoriano”, que definía la valentía del país en aquellos tiempos.

Empero, este desahogo patriótico no le impidió dedicarse al servicio de la Música litúrgica, su verdadera inclinación; así, mientras desempeñaba el cargo de Organista en la iglesia de San Francisco, de Guayaquil, y aún en la Catedral, compuso toda una colección de letanías, cantos sagrados y sobretodo una hermosísima “Misa de Réquiem” a dos voces instrumentada.

Más tarde en 1913 abandona el puerto principal y retorna a Loja, donde sembró su inagotable inspiración, incentivando el arte musical entre los lojanos y sus primeros frutos fueron el llamado “septeto lojano”, conformado por reconocidas personalidades como: Segundo Cueva Celi, Francisco Rodas Bustamante, Serafín Alberto Larriva, Manuel Torres, Sebastián Valdivieso Peña y Antonio Eduardo Hidalgo. En una audición concurrió el doctor Pío Jaramillo Alvarado, alto valor intelectual de Loja, quien, admirado del adelanto, se empeñó porque se trasladara aquel grupo a la Capital, pues consideraba digno de exhibirse en el Teatro Sucre.

Formó la Banda de Músicos “Sociedad Obreros de Loja.”, también la Banda de la Policía. Desempeñó el cargo de organista de la Catedral y el Profesorado en el Colegio Bernardo Valdivieso. En los colegios y escuelas de la ciudad contribuyó al incremento de la música y proporcionó cantos de suma belleza y extraordinaria estructura artística.

Su producción es enorme, recorrió todos los géneros de la composición. En la temática clásica comprende una serie de partituras, sinfonías y oberturas escritas bajo la influencia de los grandes maestros de la música universal.

Dentro de la música litúrgica a más de la Misa de Réquiem, se cuentan himnos religiosos al corazón de Jesús, a Santa Mariana, letanías, villancicos, entre los que se anotan los más populares “Ya viene el niñito”, “En brazos de una doncella”, “La Virgen y San José”, “No sé niño hermoso”, “lindo niño”, “Pimpollito del alma”, “Venid pastores”, “El Leñador”, el más difundido y el que ha pasado de boca en boca y se ha identificado como el tradicional nacional de Navidad es el villancico “Dulce Jesús Mío”. Este es cantado en la sierra y en la costa en las celebraciones del nacimiento del Niño Dios y su interpretación acompaña a bailes matinales, callejeros.

Con motivo de la coronación de la Virgen del Cisne, compuso su magistral “MISA DE LA CORONACIÓN”, que fue calificada como obra completa por el profesor Steinfort M., del Conservatorio Nacional de Música de Santiago de Chile.

La música patriótica, comprende varios himnos, marchas guerreras y aires marciales, muchos de los cuales se interpretan en escuelas, colegios y en los cuarteles, siendo los más conocidos los siguientes: HIMNO A LOJA, Himno a Bernardo Valdivieso, Himno a García Moreno, Himno a Juan Montalvo, Himno Matinal, Himno Ecuatoriano Guerrero, Patria, Auroral, Canción Real.

 “AURORAL” Constituye una de las obras que le dio vida a este gran Maestro; precioso poema sinfónico, de música imitativa, eminentemente lírico y marcado corte clásico. Esta compuesta de tres actos y representa la heroica Batalla de Pichincha.

En la música popular se destacan:

PASILLOS: 

Los adioses
Lucerito 
Pasión femenina 
Salvemos el amor
Amar sin esperanza
Angélica
Onomástico
Corazoncito
Adiós a Loja
El Desterrado.

HABANERAS:

Pensil lojano
Calma en el Mar
La luz de la Aurora
Horas de Pena.

POLCAS:

La Alborada
Alondra
Serranita
Dioselina

VALSES:

Victoria
Mi Ultimo Adiós
América
Varcovi
La Morita
Vals Azul
Arrullos
Ultimas Quejas
Brisas del Zamora.

PASODOBLES:

El Regimiento Pasa.

BOLEROS:

El Lojanito
Excélsior
Huáyna Cápac
Tres de Noviembre

TANGOS:

Cariuchu
Llactahuahua

YARAVÍES:

Amor y Olvido

COMPOSICIONES DE AIRE ESPAÑOL: como “Lojanita” hermosísima jota que fue todo un éxito al ser radiodifundida en la Estación Shenetad.

Deja una valiosa colección de cantos escolares, según las reglas de la técnica y de las exigencias de la Pedagogía moderna.

CANTOS ESCOLARES:

El Album Escolar
El Niño Patriota
Qué imán Tienes
Canción a la Madre
Colombina-Colombina
Las Tristes Notas
El Alfabeto
Himno Falangista Español.

Salvador Bustamante Celi, fue galardonado con la Medalla de oro por el Ilustre Concejo Municipal de Loja; una valiosa tarjeta y palma de plata concedida por los Comités de la Coronación de la Virgen del Cisne y varias menciones honoríficas y diplomas. Su nombre se perenniza en el Conservatorio de Loja “Salvador Bustamante Celi”, como un reconocimiento al precursor de la música Lojana. Acentuándose en el alma de los jóvenes músicos aquella estirpe artística que ha dado a nuestra ciudad, la connotación de Loja musical y artística.

Medio año antes de su muerte, el músico - poeta lojano sufrió de artritis que le imposibilitó el manejo de sus instrumentos musicales. Luego, el 8 de marzo de 1935 a la edad de 59 años falleció en Loja; el más grande compositor de estos tiempos. No marcó una época musical en nuestra ciudad, ha marcado una existencia artística que vibra en la armonía sustancial del sentimiento lojano y expande el vuelo inexorable del valor artístico como grandeza de nuestra nacionalidad.


Bibliografía. Diario “El Siglo”, 18 de noviembre del 2001
Diario “La Hora, 1ero de mayo del 2000
BUSTAMANTE, varios herederos, El Devenir del Artista, Salvador Bustamante Celi, recopilación, octubre 2000.
Jaramillo, Valdivieso Paulina, Primicias Lojanas-Colegio Eugenio Espejo

lunes, febrero 23

Eduardo Kingman Riofrío

“Más allá de las manos”





Eduardo Kingman, no era sólo un pintor indigenista. Su “obra era novedosa y trasgresora, tanto a nivel pictórico como a nivel social, lo dice Trinidad Pérez, fue una realidad social y su preocupación lo llevó a tratar el tema de la clase media, como en “La visita”, “ Las mellizas”, “La noche”.

El Maestro Kingman, nació el 23 de febrero de 1913 y murió el 27 de noviembre de 1997. Hijo del médico estadounidense Edward Kingman y de Rosa Riofrío, vivió sus primeros años en Zaruma. Realizó sus estudios primarios en la ciudad de Quito y después ingresó a la Escuela de Bellas Artes.

En la escuela de Bellas Artes, el aprendiz de artista tiene como profesor a Víctor Mideros, determinando una carga intensa en la expresión visual del discípulo. La composición fue tan simple como la de seres un poco primitivos que casi llenaban el lienzo, el color fue más bien pobre, asordinado y tratado en zonas amplias de degradaciones sobrias. Sin el menor lujo cromático; peor aún con efectismo, como lo señala Hernán Rodríguez Castelo. Pero aún en las obras de esa hora de radical ruptura, “Rebeca y Eliécer” le ha enseñado el secreto de los fondos distantes extrañamente iluminados; “Eva” le ha provisto de todos los secretos necesarios para la sensualidad del desnudo; “La esposa del Carmelo” le ha dado las claves del rostro y, “El árbol de la ciencia” tan complejo y rico, le ha mostrado como dar recia expresividad a rostros tremendos.

En 1931 se radicó en Guayaquil, punto de encuentro con personajes de la literatura como Joaquín Gallegos, Demetrio Aguilera Malta, Enrique Gil Gilbert y José de la Cuadra, entre otros. En 1933 expuso con el pintor Antonio Bellolio la muestra “Barrios obreros y retratos desafiantes”, y el año siguiente presentó varios cuadros en el salón Municipal Mariano Aguilera, sin éxito, pero los envió nuevamente en 1936 y fue galardonado por su óleo “El Carbonero”, abriendo así una nueva orientación en la pintura nacional. En su obra “Los Guandos”, Eduardo Kingman desarrolla al máximo el discurso del indigenismo social realista.

De regreso a Quito el Maestro continuó pintando al indígena con más profundidad, y abordó la temática urbana con su carga mestiza, chola y popular, comenzando entonces una serie de exposiciones nacionales e internacionales. Fue calificado como el “pintor de las manos”, porque a través de ellas simbolizó la angustia, la ternura, la piedad, la impotencia y la injusticia.

Entre los murales que pintó sobresalen el del Pabellón Ecuatoriano en la feria Mundial de Nueva York, junto a Camilo Egas y Bolívar MENA, y el del Templo de la Patria, en las faldas del Pichincha. A lo largo de su carrera cosechó múltiples premios y reconocimientos entre ellos, el Gabriela Mistral, otorgado por la Organización de los Estados Americanos; el Nacional de Pintura (1946); el Mariano Aguilera (1924, 1927, 1934); y el premio “Eugenio Espejo” a las artes plásticas (1983).

Jaime Rodríguez Palacios escribió en la revista mediodía nro. 49 de la Casa de la Cultura acerca del mural que el Municipio de Loja solicitara al Ilustre coterráneo, ubicado en el Hall del Municipio de la ciudad. “El ojo del maestro acostumbrado a remirar el “camino viejo” de las cosmogonías, por donde pasan las razas confundidas en las secretas batallas de la sangre, descubren una amazonía pletórica de mágicos encantos y violencias, en donde un afiebrado sueño de riquezas vence a los saltos de espuma de la muerte, que se perennizan con enorme fuerza expresiva en este mural que mide con brochazos de luz –el unísono- la absorta y despierta epidermis de la naturaleza y la pasión de los hombres; soberbia, alta, enllamada!.

El Dr. Benjamín Carrión, en la citada revista corresponde al arte del Maestro con el esplendor de su admiración. “Me creo en jubilosa plenitud de certidumbres y esperanzas para anunciar al Arte de América que por fin nos ha nacido en esta tierra el fuerte, el rudo, el verdadero pintor que, con paciencia israelita, hemos estado esperando. En esta tierra de humanidad y color, que ilustrara su protohistoria artística con nombres serios, sólidos como el de Miguel de Santiago”

Francisco Febres Cordero, nos dice: “Tenía Eduardo unas manos enormes para su estatura. Unas manos que llamaban la atención cuando él, con esa generosidad que le fue proverbial, las tendía para que se la estrecharan sus amigos. Fueron esas mismas manos las que el entregó a los indios en sus cuadros, a los obreros en sus luchas, a las madres en sus horas de desvelo y de ternura, a la muda que cogió un ramo de flores en el campo o al niño que se puso a hacer volar una cometa.

Andrés Carrión menciona algunos de sus cuadros, El “carbonero”, un enorme cuadro que cubría la pared de la casa grande, testimoniaba –continúa- con su solitario personaje, una expresión de agotada jornada que se mezclaba con esa mirada de rabia y rencor del macizo hombre que sentado sobre las sacas de carbón producía una solitaria inquietud de temor y dolor. Más allá “La Muda de la Flor”, de formato grande, presentaba a una mujer cansada y pesada que sostenía en su mano el clavel de los sueños. El mural que pintó el Maestro en la quinta de vacaciones “La Granja”, el tema del mural “La Cosecha” reflejaba la tarea dura y sacrificada de los campesinos indígenas en la faena diaria. Pintado en la pared del comedor de la finca, los nuevos propietarios, ordenaron borrar dicha obra. Los indios compartiendo la mesa, no estaba muy elegante, comenta Andrés Carrión.

En una entrevista para Diario “El Universo” de Guayaquil Kingman nos comenta que “jamás pensó que la gente se interesaría en adquirir sus cuadros. El primero lo vendió en 20 0 30 sucres. Y se hace referencia a su estancia en el Valle de los Chillos, en San Rafael en la ciudad capital. Su casa llamada “La posada de la soledad”, un verdadero museo, donde se encontraban enmarcados los dibujos que hacía a la edad de 8 a 9 años, los cuales eran personajes de su barrio, cada uno con sus respectivos apodos, propio de la lojanidad. También se encontraban cuadros de sus amigos y beuna parte de su obra.

Kingman nació para pintar y vivió para pintar, cuando descansaba lo hacía con las yemas de los dedos, cuando reposaba, con la imaginación. Le obsesionaban las manos, buscaba su propia quirología, que está hecha de  manos grotescas, sensuales, que gritan, que callan y emergen con dolor y furia, con las palmas abiertas o con el puño impotente”

Kingman pintó por cualquier rincón que deambuló y en los más diversos géneros: acuarela, témpera, dibujo, carboncillo. Gustaba de preparar él mismo sus lienzos, muchos de los cuales son impecables. A los 80 años es un hombre con una claridad envidiable, pausado y austero en sus observaciones, las cuales reflejan a cada momento la pureza espiritual y la paz interior que lleva dentro de sí. En 1938, expone en Bogotá; en 1940 el Museo de Arte Moderno de Nueva York adquiere el óleo “Los Chuchidores”; en 1942 forma parte de una selectísima muestra de arte contemporáneo de los países andinos en el Newark Meseum de San Francisco y expone en el Museo de Bellas Artes de Caracas.

El 27 de noviembre de 1997, luego de disfrutar de un recital realizado en la Casa de la Cultura de Loja, en la que participaran Euler Granda, Alfredo Jaramillo y Jaime Rodríguez, la noche se cubrió con la noticia que desde Quito la trasmitieran; Había fallecido el Maestro Eduardo Kingman, luego de un doloroso silencio, una prudente interrogación nos dijera, nos duele, nos hubiese gustado que nuestros hijos lo conocieran, y así tus hijos y los de todos. Al día siguiente la prensa, la radio, y todos los medios de comunicación lamentaban el fallecimiento del pintor de las manos. No faltó un periódico que no llegara a las tiernas manos de jóvenes y niños, lectura tras lectura, palabra tras palabra y sobretodo pintura tras pintura, este pequeño hombre por su estatura, inició su vitalidad en el corazón de la nueva generación. Ahí quizá tarde comprendimos que el Maestro Eduardo Kingman no ha muerto, que la sensibilidad de su alma ante el dolor humano, ante la ternura de su madre y de las madres del mundo está plasmada en sus lienzos, a través de su obra el nombre de Loja, ciudad en la que nació un 3 de febrero de 1913 repercutió en horizontes distantes.

ENLACES: 
https://www.youtube.com/watch?v=CvWJGYWMY04


Bibliografía: Océano, Enciclopedia del Ecuador, pág. 754, 755, España
Revista “Mediodía” nro. 49 Casa de la Cultura Ecuatoriana.
Diario la Hora, 1 de mayo del 2000
Jaramillo, Valdivieso Paulina, Primicias Lojanas-Colegio Eugenio Espejo